viernes, 15 de mayo de 2015

Alejo Pérgola

La muerte culpable

Todo esto sucedió en Sestri Levanti , una pequeña región ubicada en las costas meridionales del Golfo de Tiguillo .La familia Sabatino vivía en una pequeña casa cerca de la costa. Gian Carlo era pescador, por lo que no pasaba mucho tiempo con su familia. Él y la señora Sabatino tenían dos hijos: Anabella, una inquieta y curiosa niña de diez años; y Luca, de tres. Su madre trabajaba casi todo el día para mantenerlos, así que Anabella debía cuidar a su hermanito la mayoría de las tardes, cosa que la fastidiaba mucho ya que debía prestarle toda su atención.
Era una tarde muy lluviosa cuando Anabella cometió una más de sus travesuras. Al llegar la madre, cansada de su trabajo, encontró a su hijo menor llorando desconsoladamente en el piso, con la mano llena de sangre y un cuchillo tirado junto a él. Luego de socorrerlo, y muy furiosa, llegó Anabella.
Ella se había marchado luego del colegio a la biblioteca, donde siempre recogía una obra diferente de Dante Alighieri. En el momento que atraviesa la puerta de la casa, su madre pegó un grito muy enojada. “¿Cómo vas a dejar a tu hermano solo?” le preguntó con un alto grado de furia, “¿A vos te parece que con tres años se puede cuidar solo?, ¡mirá lo que hizo!”. Ana partió en llanto y salió corriendo hacia el bosque con el libro que había tomado bajo su brazo. Al verla desaparecer entre los árboles, su madre cerró la puerta de un golpe.
Luego de correr varios minutos, con su vista tapada por las lágrimas, se sentó debajo de un manzano al que siempre acudía cuando estaba triste o necesitaba estar sola. Quiso seguir leyendo para despejarse, pero la imagen de su madre gritándole y su hermano llorando no salían de su cabeza.  Sabía que había estado mal, pero también, que ella no podía hacerse cargo de su hermano como si fuera su madre, cosa que pasaba siempre.
Luego de pasar tres horas, empezó a oscurecer y Anabella, negada a volver a su casa, comenzó a tener hambre. Miró para arriba y vio en el árbol una enorme manzana, la única que había. Pero, ¿cómo la alcanzo? Pensó. Recordó que en el camino hacia el árbol había visto una gran escalera de madera, medio podrida, que le podía servir. Entonces regresó sobre sus pasos, la tomó y se dirigió hacia el árbol. La colocó contra éste y empezó a subir. Pero cuando estaba por agarrar la manzana, la débil escalera se partió y Anabella cayó de espaldas. Fue tan fuerte el impacto contra el suelo que se partió el cráneo y murió en el acto. Esparciéndose así un enorme charco de sangre oscura.
Su madre no se había preocupado, ya que Anabella solía refugiarse allí cuando lo necesitaba. Pero cuando se hicieron las ocho de la noche la fue a buscar al bosque. Cuando llegó al manzano ya estaba muy oscuro y, al prender su linterna, lo primero que vio fue el cadáver de su hija, junto al libro. Intentó hablarle, pero la niña estaba definitivamente muerta. Volvió a su casa llorando desconsoladamente, con el corazón lleno de dolor y angustia.

El señor Sabatino regreso de su largo trabajo un mes después. Pero se encontró con una situación que no era la que esperaba. Su esposa estaba colgada en la cocina, ahorcada por una soga. Le había dejado una nota explicando el motivo de su suicidio: una fuerte depresión por la muerte de su hija.  Había dejado al pequeño Luca en la casa de sus abuelos, quienes realmente cuidarían de él.

1 comentario:

  1. Alejo: planteás una idea sencilla y clara, bien hilvanada a medida que avanza; sin embargo, los hechos suceden y se resuelven con una linealidad y velocidad que los torna previsibles y no logran conmover. No resulta creíble que una niña de diez años lea a Dante.
    El discurso se torna un tanto explicativo y poco emotivo. Falta una elaboración más atenta de lo estético, del uso "extrañado" del lenguaje. Narrar no es decir qué sucede sino hacer que suceda y confiar en que el lector asuma el juego, las insinuaciones, los indicios.
    Rever uso de puntuación, construcción de oraciones, vocabulario.
    Nota: 6

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