martes, 12 de mayo de 2015

El violinista - Antonella Morales

Mi papá se llamaba Paul físicamente era alto, su cabello de color rubio, radiante como el sol, ojos verdes y grandes, su nariz respingada, pero cada vez que lo recuerdo lo hago a través de todas las historias que me contó desde los seis años. Mis quince años no solo trajeron una gran reunión familiar para celebrarlos, sino que también trajeron la peor noticia, le habían diagnosticado cáncer de pulmón a Paul y el promedio de vida fueron cinco años.A partir de aquel día, me propuse aprovecharlo como si cada día fuese el último. Planificábamos la semana entera y cada una de ellas tenía una temática diferente.Comenzamos con la pintura, visitamos tres museos, en ellos contemplamos la belleza de los paisajes realizados por diferentes artistas, las representaciones de situaciones cotidianas como los viajes en el subte, la gente caminando por la calle y algunos retratos de animales.La última fue la música, una de mis semanas favoritas porque yo tomaba clases de violín. Además de ir a un concierto, decidimos ir a los lagos de Palermo por la tarde porque sentíamos tranquilidad al estar rodeados con la naturaleza, los pájaros cantando y la vista maravillosa que había. Él siempre llevaba un anotador por si alguna idea se le ocurría, tenía esa necesidad de plasmar lo que pensaba en el momento para después mejorarlo.Su imaginación no tenía límites. Mientras tocaba la melodía de La Ronde, Paul miraba a su alrededor con mucha atención esperando que una idea llegase a él.De repente, un niño cayó al lago por querer recuperar su pelota, rápidamente fuimos a ayudarlo y a ponerlo a salvo, la mamá del pequeño nos dio las gracias y retomamos lo que habíamos dejado. Al regresar, mi papá escribía sin parar.Le pregunté qué es lo que estaba redactando y me respondió que estaba realizando una historia que si la terminaba me la contaría por la noche, relacionó mi amor por el violín, la caída del niño al lago y una noticia que había encontrado hace unas semanas sobre un músico que iba camino a dar un concierto y por razones desconocidas el vehículo en el cual estaba terminó hundiéndose en el lago. Se hizo de noche.La luna se veía como una uña del pie y algunas nubes la cubrían.Me acosté en mi cama esperando ansiosa que mi papá viniera y me contara el cuento, pero eso no sucedió.Se encontraba muy cansado, quería dormir para reponerse y tener energías para el siguiente día. Desgraciadamente, Paul despertó más cansado de lo que estaba y con un malestar que se notaba en la cara.Amaneció amarillento, sin hambre, con un dolor en el pecho y con falta de aire. Nos sorprendió mucho porque desde el comienzo de las actividades se encontraba muy bien, supuse que debía ser parte de la enfermedad, un día estas bien y al otro pareciera que tu vida termina ahí.Ese día lo pasó en cama, al igual que otros tantos, pero lo remarco porque es el inicio de su deterioro.Lo acompañé la mayor parte del día hasta que lo llevaron al médico.Me lastimaba mucho verlo así, por dentro sentía bronca y tristeza. Volvieron y me dijeron que tenía que empezar con la quimioterapia.Sabíamos que el objetivo era controlar el cáncer retrasando su crecimiento y reducir los síntomas provocados, pero es un método doloroso y lo sé porque él no tenía la mejor cara cuando íbamos a las sesiones.Los períodos de tratamiento eran de uno a tres días seguido de un período de descanso, duraba entre tres y cuatro semanas y las sesiones eran de cuatro horas.Mi mamá y yo estábamos pendientes de cualquier gesto que hacía, le preguntábamos cada media hora cómo se sentía, qué sentía o si necesitaba algo. Lo dejaban exhausto así que las salidas las cancelamos y busqué actividades que no requerían mucho esfuerzo como los juegos de mesa, jugábamos al ajedrez, al truco, a veces dibujábamos o le tocaba una sinfonía en el violín, entre otras cosas. Un miércoles por la tarde, se acordó que tenía que contarme la historia que había comenzado en los lagos. El relato ocurrió en Argentina. Un destacado violinista se encontraba haciendo un tour, uno de sus destinos era Buenos Aires. El vehículo en el que iba el músico, por razones desconocidas perdió el control mientras manejaba por un camino de tierra. El coche se fue por un barranco, dio una vuelta y cayó directo al lago, donde se hundió en pocos segundos.Tanto él como su conductor no lograron salir del auto por lo que murieron ahogados. Sus fans muy tristes, intentaron conmemorarlo de la manera en la que él se merecía.Se juntaron en la puerta del Luna Park porque aquí es en donde se iba a presentar, llenaron la cuadra de cartulinas y flores, a través de un parlante hicieron sonar sus bellísimas melodías. Por donde se mirara habían colores. Él, era pelirrojo, de tez blanca, nariz alargada y labios finos, no era un típico músico que vestía de traje, su ropa era colorida, muchos lo creían una persona desestructurada debido a su vestimenta, lo hacía más alegre, era delicado como una flor al tocar el violín. Luego, sus admiradores más cercanos al lugar donde ocurrió el accidente, fueron hasta allí. Un bote en forma de violín se les apareció, curiosos y con un poco de miedo por saber de qué se trataba se subieron, notaron que la vela era una partitura y que alrededor de ellos habían claveles flotando. Al llegar al centro, comenzaron a oír una suave armonía.Siguieron un poco asustados, pero lo que escuchaban era tan lindo que de a poco fueron relajándose. Después de terminar, mi papá agregó que la historia era verdadera y que quería que sus cenizas fueran esparcidas allí.No le creí porque pensé que había alguna posibilidad de que como efecto secundario de la quimioterapia haya un cierto grado de delirio, pero asentí a lo que dijo. Días después, Paul falleció.Me encontraba en una gran depresión.Le pedí a mi mamá que cumpliéramos su último deseo, por lo que nos fuimos en auto hasta el barranco donde cayó el vehículo del violinista.Estaba a punto de esparcir sus cenizas cuando apareció el bote de la historia, subí a él y justo en el centro del lago empecé a escuchar la armonía.Quedé sorprendida y con algunas lágrimas en los ojos. La parte de la historia de aquel bote, me dejó como enseñanza que por más alocado que suene un relato, podemos creer un cincuenta por ciento y otro cincuenta no. También me dejó una reflexión, quizás tiene que ver con el niño que lleva adentro cada uno lo que hace que podamos creer en este tipo de cosas. Algunas personas lo tendrán un poco más presentes que otras, lo que quiere decir que en el último tiempo de vida de mi papá había despertado nuevamente el niño que llevaba dentro. Fue un muy buen padre y no lo digo por compromiso, estuvo en cada momento que consideré difícil durante mi infancia y adolescencia con un consejo, un abrazo, una historia que dejaba una enseñanza.Disfrutaba de todos los detalles por más diminutos que sean, a pesar de todo tenía una mirada positiva.Le sonreía a la vida, un ser que me demostró que en el pozo más profundo puede haber felicidad.Era curioso, creativo, atento, simpático, entre otras tantas cualidades que lo describían.Prefiero recordarlo con una sonrisa.Lo destaco a él entre todos y no sólo una parte.

1 comentario:

  1. Antonella: partís de una idea interesante como la del cuento incluido en el cuento y la escribís correctamente; sin embargo, no lográs dar con el tono y el ritmo narrativo adecuados. Es una historia triste, entretejida desde la mirada de una hija que ve el proceso de enfermedad y muerte de su padre, que no logra conmover con su relato como podría. ¿Qué recursos te ayudarían? ¿Qué se podría eliminar para concentrarse en el vínculo de ambos y en el aprendizaje que hace ella con una experiencia tan dolorosa? Repensar qué hace que el "cómo" se cuenta sea tan importante como la historia contada.
    Rever uso de puntuación, párrafos y algunos tiempos verbales.
    Nota: 7

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