jueves, 14 de mayo de 2015

Dos pueden guardar un secreto - Martina Gornicki



Soy Bonnie Gwen y paso a contarles la historia de Dave Kirkpatrick
Tengo dieciséis años y vivo con mi madre, Maira , y mi hermano, Gil, en las afueras de Cardiff, Gáles. Nos mudamos hace unos seis meses, los tres nacimos en Dundee, Escocia pero al fallecer mi abuelo materno decidimos mudarnos aquí para cambiar los aires.
Fue el cuatro de febrero cuando conocí a Dave. Maira me había encargado de hacer los mandados y para ello tenía que ir a la plaza principal, la única plaza en realidad, donde había una feria. Se podían encontrar variados puestos con artesanías, desde muebles de mimbre hasta ropa con diseños abstractos, y también alimentos, caseros, obvio. Saltee toda la parte de artículos para el hogar baratos y feas prendas con motivos algo absurdos para mí y me dirigí a la zona de los alimentos. Compre unos panes con semillas de todo tipo como le gustan a mama, algo de lácteos y algunas verduras. Al final de la plaza, casi excluido de todo el mercado estaba él, Dave, un viejito muy flaco, petiso, con cejas gruesas y de abundante pelo blanco al igual que su cabello y con una galera un poco rota. Estaba ofreciendo sus embutidos, había poca variedad ya que eran todas diferentes especies de chorizos, con diferentes carnes y hierbas, diferentes cortes, tamaños y texturas. Me acerque a preguntar los precios y sus respectivos gustos. Primera impresión, simpático. Hablamos por unos veinte minutos acerca de su mercancía y todo lo que ésta respecta. Me contó que hace unos cinco años los produce, que es su sustento y que no le molesta trabajar de esto, aunque se tenga que venir desde lejos ya que su casa queda bastante más alejada de la plaza que la de la mayoría de los comerciantes.

Diecisiete de Febrero, mamá me vuelve a mandar a comprar, otra vez me cruzo a Dave y nuestra charla de la última, y primera, vez que nos vimos continúa. Me parece muy agradable, me recuerda a mi abuelo. Le compré un par de embutidos mas y me quede hablando y vendiendo con él lo que quedaba de la tarde. Al finalizar lo ayudé a meter los cajones de las sobras en su camioneta, adentro había  mínimamente cinco búhos. Me explico que era amaestrador y que le fascinaban, que en su hogar tenia ochenta y seis más. No lo dijo pero supuse que tenía una casa grande, muy grande.

Diez de Abril. Se podría decir que somos grandes amigos con Dave. Conoció a mi madre, gran fanática de sus producciones, y mi casa, y yo conocí la suya con sus no sé cuantos búhos, todos enormes, bastante ariscos y agresivos.
Su casa era una mansión, un castillo de esos que se encuentran bien en las afueras de la ciudad, súper antiguo y espacioso .Me encantó
Hasta el momento todo venía bien, pero un día la situación se tornó extraña.
Una de las tantas tardes que fui a su castillo, quise ir al baño y me confundí de puerta, algo que siempre me pasaba debido a su enormidad. Al abrir la puerta del supuesto baño me encontré con una habitación oscura, como un galpón, con mucho olor a descomposición. Ingenuamente prendí la luz y me encontré con lo peor. Restos de carne, humana sin duda.

Había de todo, desde pedazos de piel hasta tendones y huesos. Me quedé plasmada, sin reacción a cualquier situación externa. En la pared había recortes de diarios anunciando desapariciones misteriosas de gente del pueblo, y sobre una de las mesas que había, un libro de cocina, más curiosamente, de embutidos.
Al parecer no me di cuenta, y cuando reaccione vi que Dave estaba a pocos pasos de mí.
Su cara fue neutra, como si no hubiera pasado nada.
Corrí. Corrí lo más rápido que pude, mis pies no alcanzaban la rapidez que deseaba tener en ese momento, una rapidez sobrehumana si se podía.

El veintidós de Octubre nos mudamos al pueblo de Laeken, Bélgica. No le conté a mi madre exactamente lo que pasó, simplemente que tuve una discusión muy fuerte con el señor Kirkpatrick y que no quería verlo más. Desde lo ocurrido hasta entonces no salí de mi casa, me aterraba la idea de cruzármelo o de simplemente ver la plaza o algo que se le asemeje.
En Bélgica todo se tranquilizó, empecé con un psiquiatra porque Maira notó mi depresión, conocí gente nueva y con calma iba recuperando mi estabilidad mental.
Cuatro de Enero. Saliendo de mi médico psiquiatra mientras iba a mi casa sentí un brusco golpe en la espalda y rápidamente me di vuelta. Era una botella plática con una nota dentro, en el cielo identifiqué un búho. Al leer la nota me plasmó la memoria el recuerdo. “Dos pueden guardar un secreto si uno de ellos está muerto. Cuídate. D.K ”.

Todo empeoró.

1 comentario:

  1. Martina: la idea disparadora es buena pero no cierra tal como la escribís pues hay incoherencias en la historia que la deslucen y distancian al lector de cualquier posibilidad de conmoverse con lo que le sucede al protagonista. Al comienzo enuncia "decidimos mudarnos aquí para cambiar los aires", sin embargo ese presente no coincide con el tiempo en que está contando al final: "nos mudamos al pueblo de Laeken, Bélgica". Si se supone que leemos un diario, ¿por qué no aparece desde el comienzo? Si así fuera no es verosímil que se autopresente. La mezcla de tiempos verbales es caótica y colabora con la confusión.
    ¿Cuál sería el sentido de guardar el secreto de lo que ha descubierto? ¿Le contó su hallazgo al psiquiatra? ¿Por qué ir a la consulta si no va a decir la verdad? ¿se mudan porque él no quiere ver más a D. K.?
    Muchísimos sobreentendidos que no se pueden reponer y restan verosimilitud. Creo que el relato mejoraría mucho si lo terminaras en el momento del macabro descubrimiento, con la huida de Bonnie Gwen.
    Rever puntuación, párrafos, tiempos verbales y algún término inexistente y otros mal usados.
    Nota: 6

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