Cuando Bao Xi Shun había arribado al pueblo de Jinxin, causó sensación en el barrio. Fue tema de conversación en las familias y objeto de burla de amigos. Se desparramaban de la risa al ver al hombre que con sus largas piernas ganaba más de un metro de recorrido con sólo un paso. Lo más sorprendente era la indiferencia del hombre al estirar de manera incómoda su pierna y depositar el peso del cuerpo en cada muslo, como si fuera algo completamente natural.
Bao Xi Shun era un hombre muy
alto, morocho, serio, formal, su cabeza siempre en alto y nunca miraba atrás.
Al poco tiempo de su arribo, Bao
consiguió trabajo en una distribuidora en la que tuvo una gran repercusión. Al
segundo día de su llegada, no había nadie que no hablara de él o, al menos, no
hubiera detectado su presencia. El hombre se movía de acá para allá, llevando
papeles y carpetas, y los demás inmediatamente suspendían su tarea para
disfrutar del fenómeno. Lo llamaban “El hombre de las zancadas largas”.
Pero poco a poco el hombre hizo
algunas amistades. Y quienes antes lo observaban con una sonrisa en el rostro,
comenzaron a mirarlo de otra manera, quizá no tan risueña. Algunos, incluso,
llegaron a sentir cierto rencor hacia el hombre que, con sus largos pasos,
llegaba antes que nadie a entregar los documentos al jefe. Las carreras se
daban en los pasillos y los competidores disimulaban cada vez menos la
velocidad con la que caminaban. Sin embargo, siempre era el hombre de las zancadas
largas quien triunfaba y obtenía las felicitaciones del jefe – un hombre gordo
y casi pelado – que con su ronca risa disfrutaba de felicitar a su empleado
dotado. La indiferencia de éste insinuaba un completo desconocimiento de las carreras
en las que participaba día a día, aunque muchos dudaban de su inocencia.
Un año más tarde Xi Shun se casó
con una mujer llamada Xia Shujuan, una mujer de estatura media, de pelo morocho
y largo. 7 meses después, tuvieron un hijo. Para entonces ya era la mano derecha
del jefe, con el traje y auto nuevo que eso implicaba. Bao y su esposa
decidieron comprar una casa más grande. Cuando el bebé ya tenía un mes de vida
su mujer decidió que todos los domingos pasearían por distintas plazas del
barrio. Pero este plan trajo sus complicaciones; él, con su zancadas largas, no
podía evitar dejar atrás a su esposa con el carrito y ella debía apurar el paso
y transpiraba y se estresaba y antes de pasada una hora decía que prefería
volver a la casa.
Entre zancada y zancada
transcurrió el tiempo, como siempre sin acontecimientos destacables, hasta el
día que pasó lo del jefe. Aquel día había ido el dueño de la distribuidora y
Bao Xi Shun y su jefe debían reunirse con él. Los dos salieron al mismo tiempo
de la oficina y se dirigieron al despacho del dueño, el cual – por un capricho
suyo – se encontraba absurdamente separado del resto de la empresa por un enorme
pasillo. Los dos comenzaron la marcha y al principio fueron de igual a igual,
pero cuando ya habían ganado un cuarto del recorrido los pasos largos se
hicieron sentir; la distancia entre los hombres fue creciendo progresivamente
hasta que el jefe quedó definitivamente relegado. Apuraba sus pasos y unas
gotas de transpiración se hicieron presentes en su cuello. Estirando el brazo,
dijo:
-
Espera...
Pero el hombre de las zancadas
largas no se detuvo. Continuó su marcha sin inmutarse y para cuando el jefe alcanzaba
la mitad del recorrido, él ya se encontraba golpeando la puerta del despacho.
El dueño, indignado por la
actitud del jefe y maravillado con la destreza de Bao decidió darle a éste el
puesto del primero. El jefe no podía creer lo que escuchaba, pero no tuvo más
alternativa que quitar sus pertenencias de su ex oficina.
El día que al hombre de las
zancadas largas se le ocurrió la idea, puso una cantidad enorme de dinero para
que la construcción fuera rápida. Ordenó instalar en su casa un enorme patio en
el cual pudiera desplegar sus zancadas incansablemente. No es que en su casa no
hubiera espacio, teniendo en cuenta que vivía solo desde que se ausentó al
cumpleaños número tres de su hijo, hacía unos quince o dieciséis (quizá
diecisiete) años, sino que buscaba un
espacio carente de obstáculos, en el que pudiera caminar sin preocupaciones y
concentrado únicamente en los temas importantes.
El patio se terminó a los tres
meses y poco tardó en llegar el primer infarto. - Debe usted parar- , fue la
advertencia del médico, no puede moverse de acá para allá constantemente. Pero
era algo que superaba la voluntad de Bao Xi Shun, quien apenas atravesaba la
puerta de su casa se perdía en su patio como un sonámbulo hasta quedarse,
efectivamente, dormido.
Y era tal su deseo de caminar
que incluso siendo dueño de una distribuidora millonaria prefería que sus
propios pies lo llevaran a la empresa. Más de una vez le ocurrió caminar por la
vereda y escuchar “allá va el hombre de las zancadas largas” y ver una familia
amontonarse a la puerta de su casa para saludarlo. Él, sin detenerse, devolvía
el saludo desde donde se encontraba y podía apreciar algunos ojos que se ponían
brillosos.
Pero el estrés fue ganándolo
poco a poco y las visitas al cardiólogo se volvieron rutina. -No soportará un
nuevo infarto- , le dijo un día. Pero nada podía hacer Bao para evitarlo,
siendo no dar zancadas la única solución. Si la muerte quiere alcanzarme, dijo,
deberá hacer un gran esfuerzo; nadie da pasos más largos que yo.
Fue plenamente consciente del
momento. Sintió el dolor en su brazo izquierdo y a los pocos segundos su pecho comenzó
como a contraerse. Inmediatamente se levantó del asiento y comenzó a dar
zancadas alrededor del despacho, pero la advertencia final del médico estuvo
lejos de la equivocación.
Ramiro: idea ingeniosa para darle vida a un personaje excelentemente delineado. Creo que el discurso debería ir más rápido para seguirle el ritmo a este protagonista de tranco largo; quizá podrías acortar algunas situaciones y usar oraciones más cortas para acentuar cierto vértigo.
ResponderEliminarRever uso de algunos conectores y términos.
Nota: 8