En
el mundo existen siete bellas artes, dos de las cuales son la literatura y el
cine. La primera es la asignatura que se aboca al uso estético del lenguaje escrito.
Por su parte, la segunda es la técnica de proyectar fotogramas de forma rápida
y sucesiva para crear la impresión de movimiento, mostrando algún video. De
cierta manera, estas dos disciplinas tienen un mismo objetivo: contar
historias, y uno de sus elementos básicos es la palabra.
A
través de los años, hemos visto como múltiples películas son adaptaciones de
obras de la literatura. “El Lector”, es un ejemplo de esto.
Representar
en la pantalla las imágenes literarias no es una tarea fácil. Constantemente,
hay aciertos y desaciertos.
Un filme puede estar muy bien dirigido y producido. Sin embargo, no siempre el
director logra que los espectadores se sumerjan en la trama de la misma manera
que lo hacen con la lectura. Esto puede ocurrir porque, en algunas ocasiones,
se modifica cierta parte del relato, porque se agregan o sustraen actos o
personajes de la narración original, o simplemente, porque las características
visuales de los protagonistas se muestran diferentes o el lector se las
imaginaba de otra forma. Por ejemplo, en la novela citada anteriormente, se
narra un final distinto al que aparece en la cinta. El libro termina con
Michael relatando la decisión que tomó de escribir su historia con Hanna, y por
su parte, la producción cinematográfica finaliza con una secuencia en la que
Michael y su hija van a la tumba de Hanna y este le cuenta su aventura con esta
muchacha. Por otro lado, se puede observar una modificación en la estructura,
ya que en el escrito los sucesos transcurren en forma lineal, y en la
proyección se recurre constantemente a las retrospecciones de flashback.
Independientemente
de esto, no hay que dejar de mencionar los logros del realizador. Escenificar y
caracterizar ópticamente seres imaginarios e inexistentes, al igual que acciones
y ambientes surrealistas mediante efectos especiales que parezcan creíbles y
verosímiles, es más complejo que hacerlo a través del vocablo. También, el alcanzar simbolizar en el espacio los
ámbitos y lugares donde tienen lugar los hechos es complicado, pero no
imposible. Esto se puede notar cuando se percibe la casa de la Bahnhofstrasse y
el departamento de Hanna, sitios que se encuentran presentados con las mismas
peculiaridades con las que están descriptos en el ejemplar impreso.
En
definitiva, hay quienes consideran un arte mejor que el otro o prefieren el
texto ante la reproducción ocular. No obstante, lo preferible es combinar ambas
facultades y dejarse convencer y llevar por la magia y ficción de cada
creación.
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