miércoles, 13 de mayo de 2015

"Al otro lado" Delfina Casella

  Cae la noche y aparece la luna que con su luz ilumina la llanura. Es tiempo de prender las velas de las casas y de que los niños estén en sus camas y al cuidado de sus niñeras, para  que los mayores puedan ir a la jarana del pueblo.
  Al final de la calle, llegando al río Insomnia,  se visualiza el  puente que conecta con el camino. Los pescadores del pueblo suelen ir los días de luna llena, cuando los peces bajan por la corriente, a hacerse un festín.
  Esa noche los recurrentes se hallaban distraídos con mujeres y alcohol y sólo la figura de un hombre taciturno y huraño, cuyos ánimos de fiesta habían desaparecido hace tiempo, se vislumbraba a la luz de la luna. Su mirada se encontraba perdida en el agua sosteniendo la caña de pescar en espera de los peces que parecían haber olvidado su cita.
 Parecía ayer cuando la misma luna lo había acompañado en una gran aventura: un pez había arrastrado su caña, perdiendo él el control, yendo a parar de bruces al lecho del río. Sintió que estuvo horas debajo del agua hasta que alcanzó nuevamente la superficie. Nadó hasta la orilla y cuando recuperó el aire sus ojos no podían creer lo que veían. Una enorme ciudad se alzaba majestuosa donde hace unos instantes no había otra cosa que pastizales.
 Se tocó varias veces pellizcándose para asegurarse que no era una alucinación producto del ahogamiento. Una vez estabilizado se encamino hacia esa aparición para descubrir de qué se trataba.
 Nacido y criado en el campo nunca había visto los grandes edificios de las ciudades y las calles adoquinadas bañadas en merodeadores nocturnos.
 Apabullado y aturdido empezó a caminar sin rumbo en busca de respuestas.
 Entonces era cierto.
 Lo que le contaban de pequeño sobre la ciudad al otro lado del rió y que él tomaba como cuentos de niños, existía.
 Se acercó a un anciano sentado en el cordón de la vereda, pero éste no parecía escucharlo, supuso que estaba sordo y decidió intentar con un muchacho que fumaba pipa apoyado en el farol de la esquina. El joven mantenía la mirada perdida y tampoco dio señales de notar su presencia. Decidió tomarlo del brazo para llamar su atención pero eso tampoco lo afectó.
 Mientras trataba de entender porqué pasaba desapercibido, una joven mujer atrajo su mirada. Era sorprendentemente parecida a la niña con la que aquella tarde habían pasado sus horas jugando en la orilla del río. Cuando él le preguntó de dónde era, ella respondió que da la ciudad, él riéndose y tomándolo como parte de su juego decidió ignorarla. Sin embargo aquella noche la vio correr por el puente desapareciendo en la oscuridad sin dejar rastro.
 Mucho tiempo había pasado preguntándose que había sido de aquella joven, y ahora todo encajaba, aunque todavía no pudiese creerlo.
 Trato nuevamente en vano de lograr contactarse con la muchacha, luego de varios intentos, desesperado e impotente comenzó a correr por las calles en dirección al río. Una vez allí trepó al puente y se detuvo en el medio contemplando las aguas, echó un último vistazo a la ciudad y se zambulló.
 Nunca pudo contarle a nadie de su paseo nocturno, ni tampoco nunca pudo volver a la ciudad misteriosa, pero aquella noche decidió intentarlo una última vez.

 Se quitó los zapatos, dejó a un lado la caña de pescar y creyendo o queriendo ver luces en el fondo del agua, saltó. 

1 comentario:

  1. Delfina: la idea es muy buena y podría resultar en un cuento excelente si le dedicaras un poco más de trabajo, porque algunas incoherencias en el contenido y en la expresión la deslucen y debilitan.
    Muy difícil ver dónde están los que beben para ver al hombre taciturno. ¿Recurrentes?: incomprensible. ¿Niña o muchacha? No se entiende cómo y cuánto tiempo transcurre entre el encuentro en el pueblo, el reencuentro en la ciudad y la última zambullida. ¿Qué significa que nunca pudo volver?
    Rever tiempos verbales, puntuación, construcción de párrafos y de algunas oraciones.
    Nota: 7

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