miércoles, 13 de mayo de 2015

"Amor a la sombra de un sauce llorón"- Amparo INI

Echoes by Christian Edler


     Ella estaba fría, completamente helada. La expresión que yacía de su rostro daba una tenue impresión de paz y tranquilidad extrema. Pero a su vez podía notarse nítidamente un cansancio acumulado, que sin tener noción de nada, tranquilamente cualquier individuo puede percibir, deducir, que tiempo atrás ese cansancio es el resultado de mucha lucha y sufrimiento. Puede sonar contrariada mi descripción, como también lo era lo que sentía mi alma y lo que pasaba por mi cabeza. Sentía y pensaba una profunda sensación de alegría con una mezcla de alivio, tanto por mí como por ella, era algo mutuo, aunque parezca una absurda locura. Y al mismo tiempo la tristeza que recorría cada una de mis venas, mis arterias y mis capilares, era algo inexplicable. La sensación de falta, de vacío que no podía llenarse con nada ni nadie y que siquiera el tiempo podría llegar a curarlo y yo sabía de antemano perfectamente que eso iba a suceder.  Hoy se cumplen dos años de su ausencia y lo anteriormente descripto lo sigo sintiendo con exactitud como lo mencioné. Es el día de hoy, que recuerdo a la perfección su rostro en el cajón y mi cabeza hace un salto en retroceso desde ese momento hacia la noche que estábamos en un bar del histórico barrio de La Boca saboreando una cerveza negra. Su sabor, tan característico tampoco puedo olvidármelo; Caigo en ese encuentro, cuando nos estábamos besando y ella me sonreía peculiarmente, segundos después, todo se nubló, su sonrisa se borró por completo de su boca maquillada, comenzó a llorar desconsoladamente y me mencionó que le diagnosticaron esa misma mañana esclerosis múltiple. Luego de ese hecho, lo sucedido, ya no está en mi mente, por suerte. Claro que el inconsciente es sumamente inteligente y me ayudó muchísimo, ya que pude llegar a controlarlo positivamente y correctamente, luego de un arduo trabajo conmigo mismo y con mi apreciada psicoanalista. Yo me analizaba con Mariana desde antes de la muerte de mi novia. Por supuesto que fue una pieza fundamental en el primer tramo de la etapa de mi duelo, no solo desde el lado profesional, que hasta podría decir que siento admiración hacia ella por la seriedad y la pasión con la que se toma su labor; sino que también logre formar un vínculo agradable, particular que sin dejar de lado la situación llegue a sentir cariño y yo creo que eso es lo que le da eficacia al tratamiento. Había una afinidad muy evidente, que formaba una atmosfera con olor a extrema confianza el uno hacia el otro y gracias a ello pude salir adelante, paulatinamente por supuesto. Definitivamente, pieza indispensable, sino no estaría aquí, contando esto, puedo asegurárselos.
     Voy a retroceder el tiempo hasta mayo del año dos mil trece, con exactitud al siete de mayo. Mi novia, Mercedes, ya muy deteriorada por la enfermedad, vino a mi casa por última vez, con una tableta de chocolate con naranja (un manjar por cierto), mientras merendábamos, me comentó que en dos días iban a internarla por que la enfermedad estaba avanzando rápidamente y le había atacado un pulmón. Ella sufría de asma y debía estar es constante observación porque podría traer severas complicaciones.
Así fue, el día 9 a la mañana la lleve con mi auto, junto a su madre, Susana y su hermano menor, Ignacio, hasta el instituto LANARI, donde iba a vivir durante mucho tiempo, todos sabíamos esa parte de la historia.
    Tres meses después, comenzaron a acercarse muchos médicos de cuidados paliativos, principalmente me hablaban a mí, ya que me quedaba a dormir con ella todas las noches, especialmente las últimas semanas. Su madre estaba muy cansada y su hermano también. Iban a primera hora de la mañana y durante el tiempo que permanecían en el hospital, no se separaban de Mercedes, no paraban de hacerla reír y darle mucho amor. Estaban muy concientes de su crítica situación actual, los médicos eran muy sinceros, nosotros se lo pedimos específicamente y agradecemos inmensamente que hayan sido tan carnales. Particularmente me ayudo a asimilar mejor cada una de las etapas de su internación.
   El veintitrés de agosto al mediodía sufrió un ataque cardiopulmonar y estaba muy dolorida, tenía paralizada la lengua y un brazo. Le dieron una importante dosis de morfina y luego de eso la energía en la habitación se puso rara, densa. El último médico que ingresó para cambiarle el suero a las nueve de la noche me miró con ojos tristes, cerró los ojos suavemente, agachó la cabeza y se retiró. En ese momento me levanté, le di un beso en la frente y me quede observándola durante una hora. Cumplida esa hora comenzó a dar bocanadas, le di mi mano, la apretó fuertemente y dejó de respirar instantáneamente.
    Al día siguiente, el veinticuatro de agosto, a las nueve y media de la mañana, nuestra hora favorita del día me senté con un cuaderno y una lapicera retráctil que me había regalado ella, en la circunferencia que trazaba la sombra de la copa de un sauce llorón, su árbol preferido, empuñé la lapicera, la mano me tembló, en ese instante pensé: ¿Qué escribir? ¿Para qué escribir?. Me di cuenta que comencé a extrañarla mucho, no solo porque los últimos tiempos ya no era ella, sino que por el simple hecho de saber perfectamente que nunca más en mi vida iba a podes verla, abrazarla, acariciarla. Lloré. Lloré durante incansables veintitrés  minutos, tiempo real, hermosos veintitrés minutos. Tomé la lapicera nuevamente, con un poco de agresión, había caído suavemente en el pasto durante el llanto y escribí una frase que pasó fugazmente por mi cabeza: El que no llora no ama. Y de nuevo… Lloré.

"Al otro lado" Delfina Casella

  Cae la noche y aparece la luna que con su luz ilumina la llanura. Es tiempo de prender las velas de las casas y de que los niños estén en sus camas y al cuidado de sus niñeras, para  que los mayores puedan ir a la jarana del pueblo.
  Al final de la calle, llegando al río Insomnia,  se visualiza el  puente que conecta con el camino. Los pescadores del pueblo suelen ir los días de luna llena, cuando los peces bajan por la corriente, a hacerse un festín.
  Esa noche los recurrentes se hallaban distraídos con mujeres y alcohol y sólo la figura de un hombre taciturno y huraño, cuyos ánimos de fiesta habían desaparecido hace tiempo, se vislumbraba a la luz de la luna. Su mirada se encontraba perdida en el agua sosteniendo la caña de pescar en espera de los peces que parecían haber olvidado su cita.
 Parecía ayer cuando la misma luna lo había acompañado en una gran aventura: un pez había arrastrado su caña, perdiendo él el control, yendo a parar de bruces al lecho del río. Sintió que estuvo horas debajo del agua hasta que alcanzó nuevamente la superficie. Nadó hasta la orilla y cuando recuperó el aire sus ojos no podían creer lo que veían. Una enorme ciudad se alzaba majestuosa donde hace unos instantes no había otra cosa que pastizales.
 Se tocó varias veces pellizcándose para asegurarse que no era una alucinación producto del ahogamiento. Una vez estabilizado se encamino hacia esa aparición para descubrir de qué se trataba.
 Nacido y criado en el campo nunca había visto los grandes edificios de las ciudades y las calles adoquinadas bañadas en merodeadores nocturnos.
 Apabullado y aturdido empezó a caminar sin rumbo en busca de respuestas.
 Entonces era cierto.
 Lo que le contaban de pequeño sobre la ciudad al otro lado del rió y que él tomaba como cuentos de niños, existía.
 Se acercó a un anciano sentado en el cordón de la vereda, pero éste no parecía escucharlo, supuso que estaba sordo y decidió intentar con un muchacho que fumaba pipa apoyado en el farol de la esquina. El joven mantenía la mirada perdida y tampoco dio señales de notar su presencia. Decidió tomarlo del brazo para llamar su atención pero eso tampoco lo afectó.
 Mientras trataba de entender porqué pasaba desapercibido, una joven mujer atrajo su mirada. Era sorprendentemente parecida a la niña con la que aquella tarde habían pasado sus horas jugando en la orilla del río. Cuando él le preguntó de dónde era, ella respondió que da la ciudad, él riéndose y tomándolo como parte de su juego decidió ignorarla. Sin embargo aquella noche la vio correr por el puente desapareciendo en la oscuridad sin dejar rastro.
 Mucho tiempo había pasado preguntándose que había sido de aquella joven, y ahora todo encajaba, aunque todavía no pudiese creerlo.
 Trato nuevamente en vano de lograr contactarse con la muchacha, luego de varios intentos, desesperado e impotente comenzó a correr por las calles en dirección al río. Una vez allí trepó al puente y se detuvo en el medio contemplando las aguas, echó un último vistazo a la ciudad y se zambulló.
 Nunca pudo contarle a nadie de su paseo nocturno, ni tampoco nunca pudo volver a la ciudad misteriosa, pero aquella noche decidió intentarlo una última vez.

 Se quitó los zapatos, dejó a un lado la caña de pescar y creyendo o queriendo ver luces en el fondo del agua, saltó. 

La Inocencia Encarcelada- Iara Morgenstein.

Revisando entre mis cosas me topé con aquella foto, aquel único recuerdo que tengo de ella. De tan sólo mirarla me hace recordar ese día soleado de abril que horas más tarde se convirtió en gris.
  Me encuentro aquí, después de diez años detrás de las rejas, para contar verdaderamente lo que ocurrió aquella tarde. Pues no sé qué será de mi vida más adelante, si saldré de aquí, si saldré con vida.
  Eran las cinco de la tarde del primero de abril de 1993, estaba en París, la ciudad del amor, donde sin quererlo encontraría el mismo. Me encontraba caminando por los Champs- Elysées, aquella avenida infinita, llena de negocios, restaurants, bares y coronada por el Arco del Triunfo.
  Luego de una hora de caminata, decidí hacer una parada en un café del cual me acuerdo perfectamente el nombre: “Ambassade”. Entre a aquel pequeño local, contaba con unas pocas mesas, uno o dos cuadros colgados en las paredes revestidas por un horrible papel tapiz amarillo, un equipo de música que ni siquiera funcionaba y una tele que para colmo estaba desenchufada.
  Llamé al mozo, pedí un cappuccino con dos croissants, pagué la cuenta, pero antes de retirarme la vi. Saliendo por la puerta muy felizmente con un holgado vestido rosa de seda y su larga cabellera castaña, estaba dejando el lugar. Me tomé el atrevimiento de sacarle una fotografía con la nueva cámara que había adquirido hace tres días, y con la mínima esperanza de poder hablarle, me animé a seguirla.
  Caminé por veinte minutos detrás de ella hasta que se detuvo en el parque principal. Apoyó sus cosas sobre el limpio y húmedo césped, estiró una manta color naranja y cuando levantó la mirada me observó. Comenzó a sonreírse y me hizo gestos para que me acercara, sospeché que había notado que la estaba escoltando.
 Lenta y tímidamente, de a pequeños pasos, empecé a aproximarme. En el momento que la enfrenté, la miré a los ojos y sin poder resistirme la besé. Luego, recostados sobre su frazada anaranjada, entablamos una breve conversación y, al cabo de un par de minutos, nos dormitamos.
  Cuando me desperté, ella ya no estaba allí. Agarré mis pertenencias y dolido decidí marcharme. Pero en ese interín, llegó la policía gritando allí está el asesino mientras me señalaban. No entendía qué estaba sucediendo, motivo por el cual me quede paralizado sin hacer nada hasta que el comisario me arrestó y me subió a un patrullero.
  En el tramo que había entre el parque y la comisaría me contaron lo sucedido, que una muchacha de cabello castaño había sido encontrada muerta detrás de un árbol y que sólo había una persona aparte de la fallecida en aquel sitio, yo.
  Al llegar a la jefatura de policía me declaré culpable, pues sentía que sin ella, sin  aquella mujer que apenas había conocido y que ni siquiera sabía su nombre, mi vida no tenía sentido. Me había enamorado por completo, un amor a primera vista.
  Me condenaron a treinta años de prisión, y como todavía me falta cumplir más de la mitad de mi pena y hay grandes posibilidades de que muera, escribo este documento para confesarme inocente.


El hombre de la zancadas largas - Ramiro Preckel





Cuando Bao Xi Shun había arribado al pueblo de Jinxin, causó sensación en el barrio. Fue tema de conversación en las familias y objeto de burla de amigos. Se desparramaban de la risa al ver al hombre que con sus largas piernas ganaba más de un metro de recorrido con sólo un paso. Lo más sorprendente era la indiferencia del hombre al estirar de manera incómoda su pierna y depositar el peso del cuerpo en cada muslo, como si  fuera  algo completamente natural.

Bao Xi Shun era un hombre muy alto, morocho, serio, formal, su cabeza siempre en alto y nunca miraba atrás.

Al poco tiempo de su arribo, Bao consiguió trabajo en una distribuidora en la que tuvo una gran repercusión. Al segundo día de su llegada, no había nadie que no hablara de él o, al menos, no hubiera detectado su presencia. El hombre se movía de acá para allá, llevando papeles y carpetas, y los demás inmediatamente suspendían su tarea para disfrutar del fenómeno. Lo llamaban “El hombre de las zancadas largas”.

Pero poco a poco el hombre hizo algunas amistades. Y quienes antes lo observaban con una sonrisa en el rostro, comenzaron a mirarlo de otra manera, quizá no tan risueña. Algunos, incluso, llegaron a sentir cierto rencor hacia el hombre que, con sus largos pasos, llegaba antes que nadie a entregar los documentos al jefe. Las carreras se daban en los pasillos y los competidores disimulaban cada vez menos la velocidad con la que caminaban. Sin embargo, siempre era el hombre de las zancadas largas quien triunfaba y obtenía las felicitaciones del jefe – un hombre gordo y casi pelado – que con su ronca risa disfrutaba de felicitar a su empleado dotado. La indiferencia de éste insinuaba un completo desconocimiento de las carreras en las que participaba día a día, aunque muchos dudaban de su inocencia.

Un año más tarde Xi Shun se casó con una mujer llamada Xia Shujuan, una mujer de estatura media, de pelo morocho y largo. 7 meses después, tuvieron un hijo. Para entonces ya era la mano derecha del jefe, con el traje y auto nuevo que eso implicaba. Bao y su esposa decidieron comprar una casa más grande. Cuando el bebé ya tenía un mes de vida su mujer decidió que todos los domingos pasearían por distintas plazas del barrio. Pero este plan trajo sus complicaciones; él, con su zancadas largas, no podía evitar dejar atrás a su esposa con el carrito y ella debía apurar el paso y transpiraba y se estresaba y antes de pasada una hora decía que prefería volver a la casa.



Entre zancada y zancada transcurrió el tiempo, como siempre sin acontecimientos destacables, hasta el día que pasó lo del jefe. Aquel día había ido el dueño de la distribuidora y Bao Xi Shun y su jefe debían reunirse con él. Los dos salieron al mismo tiempo de la oficina y se dirigieron al despacho del dueño, el cual – por un capricho suyo – se encontraba absurdamente separado del resto de la empresa por un enorme pasillo. Los dos comenzaron la marcha y al principio fueron de igual a igual, pero cuando ya habían ganado un cuarto del recorrido los pasos largos se hicieron sentir; la distancia entre los hombres fue creciendo progresivamente hasta que el jefe quedó definitivamente relegado. Apuraba sus pasos y unas gotas de transpiración se hicieron presentes en su cuello. Estirando el brazo, dijo:

-          Espera...

Pero el hombre de las zancadas largas no se detuvo. Continuó su marcha sin inmutarse y para cuando el jefe alcanzaba la mitad del recorrido, él ya se encontraba golpeando la puerta del despacho.

El dueño, indignado por la actitud del jefe y maravillado con la destreza de Bao decidió darle a éste el puesto del primero. El jefe no podía creer lo que escuchaba, pero no tuvo más alternativa que quitar sus pertenencias de su ex oficina.



El día que al hombre de las zancadas largas se le ocurrió la idea, puso una cantidad enorme de dinero para que la construcción fuera rápida. Ordenó instalar en su casa un enorme patio en el cual pudiera desplegar sus zancadas incansablemente. No es que en su casa no hubiera espacio, teniendo en cuenta que vivía solo desde que se ausentó al cumpleaños número tres de su hijo, hacía unos quince o dieciséis (quizá diecisiete) años,  sino que buscaba un espacio carente de obstáculos, en el que pudiera caminar sin preocupaciones y concentrado únicamente en los temas importantes.

El patio se terminó a los tres meses y poco tardó en llegar el primer infarto. - Debe usted parar- , fue la advertencia del médico, no puede moverse de acá para allá constantemente. Pero era algo que superaba la voluntad de Bao Xi Shun, quien apenas atravesaba la puerta de su casa se perdía en su patio como un sonámbulo hasta quedarse, efectivamente, dormido.

Y era tal su deseo de caminar que incluso siendo dueño de una distribuidora millonaria prefería que sus propios pies lo llevaran a la empresa. Más de una vez le ocurrió caminar por la vereda y escuchar “allá va el hombre de las zancadas largas” y ver una familia amontonarse a la puerta de su casa para saludarlo. Él, sin detenerse, devolvía el saludo desde donde se encontraba y podía apreciar algunos ojos que se ponían brillosos. 

Pero el estrés fue ganándolo poco a poco y las visitas al cardiólogo se volvieron rutina. -No soportará un nuevo infarto- , le dijo un día. Pero nada podía hacer Bao para evitarlo, siendo no dar zancadas la única solución. Si la muerte quiere alcanzarme, dijo, deberá hacer un gran esfuerzo; nadie da pasos más largos que yo.

Fue plenamente consciente del momento. Sintió el dolor en su brazo izquierdo y a los pocos segundos su pecho comenzó como a contraerse. Inmediatamente se levantó del asiento y comenzó a dar zancadas alrededor del despacho, pero la advertencia final del médico estuvo lejos de la equivocación.


martes, 12 de mayo de 2015

El violinista - Antonella Morales

Mi papá se llamaba Paul físicamente era alto, su cabello de color rubio, radiante como el sol, ojos verdes y grandes, su nariz respingada, pero cada vez que lo recuerdo lo hago a través de todas las historias que me contó desde los seis años. Mis quince años no solo trajeron una gran reunión familiar para celebrarlos, sino que también trajeron la peor noticia, le habían diagnosticado cáncer de pulmón a Paul y el promedio de vida fueron cinco años.A partir de aquel día, me propuse aprovecharlo como si cada día fuese el último. Planificábamos la semana entera y cada una de ellas tenía una temática diferente.Comenzamos con la pintura, visitamos tres museos, en ellos contemplamos la belleza de los paisajes realizados por diferentes artistas, las representaciones de situaciones cotidianas como los viajes en el subte, la gente caminando por la calle y algunos retratos de animales.La última fue la música, una de mis semanas favoritas porque yo tomaba clases de violín. Además de ir a un concierto, decidimos ir a los lagos de Palermo por la tarde porque sentíamos tranquilidad al estar rodeados con la naturaleza, los pájaros cantando y la vista maravillosa que había. Él siempre llevaba un anotador por si alguna idea se le ocurría, tenía esa necesidad de plasmar lo que pensaba en el momento para después mejorarlo.Su imaginación no tenía límites. Mientras tocaba la melodía de La Ronde, Paul miraba a su alrededor con mucha atención esperando que una idea llegase a él.De repente, un niño cayó al lago por querer recuperar su pelota, rápidamente fuimos a ayudarlo y a ponerlo a salvo, la mamá del pequeño nos dio las gracias y retomamos lo que habíamos dejado. Al regresar, mi papá escribía sin parar.Le pregunté qué es lo que estaba redactando y me respondió que estaba realizando una historia que si la terminaba me la contaría por la noche, relacionó mi amor por el violín, la caída del niño al lago y una noticia que había encontrado hace unas semanas sobre un músico que iba camino a dar un concierto y por razones desconocidas el vehículo en el cual estaba terminó hundiéndose en el lago. Se hizo de noche.La luna se veía como una uña del pie y algunas nubes la cubrían.Me acosté en mi cama esperando ansiosa que mi papá viniera y me contara el cuento, pero eso no sucedió.Se encontraba muy cansado, quería dormir para reponerse y tener energías para el siguiente día. Desgraciadamente, Paul despertó más cansado de lo que estaba y con un malestar que se notaba en la cara.Amaneció amarillento, sin hambre, con un dolor en el pecho y con falta de aire. Nos sorprendió mucho porque desde el comienzo de las actividades se encontraba muy bien, supuse que debía ser parte de la enfermedad, un día estas bien y al otro pareciera que tu vida termina ahí.Ese día lo pasó en cama, al igual que otros tantos, pero lo remarco porque es el inicio de su deterioro.Lo acompañé la mayor parte del día hasta que lo llevaron al médico.Me lastimaba mucho verlo así, por dentro sentía bronca y tristeza. Volvieron y me dijeron que tenía que empezar con la quimioterapia.Sabíamos que el objetivo era controlar el cáncer retrasando su crecimiento y reducir los síntomas provocados, pero es un método doloroso y lo sé porque él no tenía la mejor cara cuando íbamos a las sesiones.Los períodos de tratamiento eran de uno a tres días seguido de un período de descanso, duraba entre tres y cuatro semanas y las sesiones eran de cuatro horas.Mi mamá y yo estábamos pendientes de cualquier gesto que hacía, le preguntábamos cada media hora cómo se sentía, qué sentía o si necesitaba algo. Lo dejaban exhausto así que las salidas las cancelamos y busqué actividades que no requerían mucho esfuerzo como los juegos de mesa, jugábamos al ajedrez, al truco, a veces dibujábamos o le tocaba una sinfonía en el violín, entre otras cosas. Un miércoles por la tarde, se acordó que tenía que contarme la historia que había comenzado en los lagos. El relato ocurrió en Argentina. Un destacado violinista se encontraba haciendo un tour, uno de sus destinos era Buenos Aires. El vehículo en el que iba el músico, por razones desconocidas perdió el control mientras manejaba por un camino de tierra. El coche se fue por un barranco, dio una vuelta y cayó directo al lago, donde se hundió en pocos segundos.Tanto él como su conductor no lograron salir del auto por lo que murieron ahogados. Sus fans muy tristes, intentaron conmemorarlo de la manera en la que él se merecía.Se juntaron en la puerta del Luna Park porque aquí es en donde se iba a presentar, llenaron la cuadra de cartulinas y flores, a través de un parlante hicieron sonar sus bellísimas melodías. Por donde se mirara habían colores. Él, era pelirrojo, de tez blanca, nariz alargada y labios finos, no era un típico músico que vestía de traje, su ropa era colorida, muchos lo creían una persona desestructurada debido a su vestimenta, lo hacía más alegre, era delicado como una flor al tocar el violín. Luego, sus admiradores más cercanos al lugar donde ocurrió el accidente, fueron hasta allí. Un bote en forma de violín se les apareció, curiosos y con un poco de miedo por saber de qué se trataba se subieron, notaron que la vela era una partitura y que alrededor de ellos habían claveles flotando. Al llegar al centro, comenzaron a oír una suave armonía.Siguieron un poco asustados, pero lo que escuchaban era tan lindo que de a poco fueron relajándose. Después de terminar, mi papá agregó que la historia era verdadera y que quería que sus cenizas fueran esparcidas allí.No le creí porque pensé que había alguna posibilidad de que como efecto secundario de la quimioterapia haya un cierto grado de delirio, pero asentí a lo que dijo. Días después, Paul falleció.Me encontraba en una gran depresión.Le pedí a mi mamá que cumpliéramos su último deseo, por lo que nos fuimos en auto hasta el barranco donde cayó el vehículo del violinista.Estaba a punto de esparcir sus cenizas cuando apareció el bote de la historia, subí a él y justo en el centro del lago empecé a escuchar la armonía.Quedé sorprendida y con algunas lágrimas en los ojos. La parte de la historia de aquel bote, me dejó como enseñanza que por más alocado que suene un relato, podemos creer un cincuenta por ciento y otro cincuenta no. También me dejó una reflexión, quizás tiene que ver con el niño que lleva adentro cada uno lo que hace que podamos creer en este tipo de cosas. Algunas personas lo tendrán un poco más presentes que otras, lo que quiere decir que en el último tiempo de vida de mi papá había despertado nuevamente el niño que llevaba dentro. Fue un muy buen padre y no lo digo por compromiso, estuvo en cada momento que consideré difícil durante mi infancia y adolescencia con un consejo, un abrazo, una historia que dejaba una enseñanza.Disfrutaba de todos los detalles por más diminutos que sean, a pesar de todo tenía una mirada positiva.Le sonreía a la vida, un ser que me demostró que en el pozo más profundo puede haber felicidad.Era curioso, creativo, atento, simpático, entre otras tantas cualidades que lo describían.Prefiero recordarlo con una sonrisa.Lo destaco a él entre todos y no sólo una parte.

lunes, 11 de mayo de 2015

Julia - Gómez Ares Bianca

Comenzó su nueva vida de pie, en medio de la fría oscuridad y del aire polvoriento. Pared contra pared. Un temblor sacudió el piso, y en un movimiento repentino, se encontró por debajo del agua. Las bestias marinas parecían ignorarla, pero ella las sentía. A pesar de su desesperación, comenzó a nadar. Perdió la noción del tiempo y de los metros recorridos, pero lo logró. Encontró los restos de un brco que se encontraba destrozado, apoyó sus pies sobre la plataforma y se despertó. No había sido más que un sueño. Todo aparentaba encontrarse en las mismas condiciones de siempre pero sentía que algo había cambiado en ella. Julia, una niña muy reservada, decidió no contarle nada a nadie, incluyendo a su madre, sobre lo vivido en aquel sueño. Realizó todas sus tareas diarias con una mezcla de desgano y tristeza. Pero no por el trabajo en sí, sino que ese día de 1920, se cumplían dos años de la muerte de su padre. Julia era su mayor perdición, además del mar y la lectura de la cual se inspiraba para contarle historias todas las noches. Hasta que un día, luego de una fuerte discusión con su madre por un motivo desconocido, comenzó a navegar mar adentro y nunca regresó. Fuertes mareas, tormentas y bombardeos. Las noticias sobre aquella noche, no alentaban a Julia que esperaba impaciente a su regreso. Nunca le brindaron detalles sobre lo ocurrido. Sólo sabía que dos personas habían perdido un marido, y un padre. El dolor resultó ser breve para su madre que pronto un hombre encontró. Julia nunca lo aceptó. Cuando terminó con sus tareas, se dirigió hacia su casa corriendo. Entusiasmada, se bañó y tomó un vestido que guardaba en una caja. Sus manos no dejaron de revolotear sobre él hasta que logró quitarle el polvo por completo. Cuando terminó de vestirse, se miró al espejo y sonrió. Se lo había obsequiado su padre antes de marchar. Bajó y la imagen con la que se encontró la devastó. Todo se encontraba igual, como si nadie quisiera recordarlo. Salió corriendo hacia su habitación, y luego de un largo rato llorando se durmió. La mañana siguiente, se despertó muy agotada. Y entre movimientos torpes, una caja del armario cayó. Ella la desconocía, lo cual le resultaba muy raro. Pero cuando la abrió, encontró una cantidad inmensa de caracoles de mar. Un recuerdo fugaz se desprendió en su mente, y recordó aquella tarde en la que los recolectó. Tomó uno y lo apoyó sobre su oreja. Sintió una ola de confusión mezclada con pánico. Oía voces extrañas. Entrecerró los ojos e intentó concentrarse para escuchar mejor. Entre voces que se superponían, logró distinguir una que con mucha claridad le dijo “no me olvides”. Era su padre. Luego de aquella frase, abrió los ojos y se dió cuenta que estaban tocando a su puerta. Asustada, no descartaba la posibilidad de que fuera él, pero no. Su madre le exigía que por favor se vaya a realizar las tareas que le correspondían. Julia, logró salir de su estado de shock y escondió aquel caracol. El día transcurrió más lento que nunca, y ella no conseguía concentrarse después de lo ocurrido. Al atardecer, cuando logró librarse del trabajo, estaba muy cansada. Decidió dormir para poder investigar más sobre el caracol por la mañana. Se encontraba pared contra pared, y nuevamente en segundos, apareció por debajo del agua. Cuando se despertó, no le dio importancia a lo que ella creía que había sido un sueño. Pero al levantarse de la cama, cayó. Miró sus pies, pero ya no estaban. En lugar de ellas, había una especie de aletas muy similares a las de una sirena. No entendía lo que estaba ocurriendo. Y al mirar con más claridad la situación, se dió cuenta que toda su habitación se encontraba inundada. No se trataba solo de un sueño. En segundos, una especie de polvo dificultó su vista. Una figura borrosa, se encontraba antes sus ojos. Se fue aclarando de a poco, y cuando se convirtió en una imagen realmente nítida logró reconocer el rostro de su padre. Las palabras no lograban salir de su boca, así que el comenzó a hablar. - He esperado dos años este momento – dijo. Y le contó lo ocurrido en su extraño viaje. - Siempre quise volver, pero ellos no me dejaron. Cuando estaba apunto de morir, me encontraron y me convirtieron en esto, en un simple recuerdo de una gran derrota. No me quejo, siempre me gustó el mar, pero el no poder verte me mata. Su padre, podía respirar y hablar bajo el agua con una capacidad inexplicable. Unos extraños hombres que llevaban puesto un uniforme, lo habían convertido en su esclavo y no podía marcharse. Pero, habían accedido a que Julia se quedara con él. Ella reaccionó y la felicidad que sentía por estar con su padre era inmensa. Pero a pesar de no tener una buena relación con su madre, decidió que debía quedarse con ella. Entendió que su misión era ayudarla y perdonarla por tantos años de castigo, luego de tratarla como causante de la desaparición. Se dirigió hacia él con mucha firmeza, y le dijo que nunca lo olvidaría. Cerró los ojos, y al abrirlos se encontraba en su cuarto. Miró el caracol, y un bello retrato de su padre se encontraba en él. Nunca entendió muy bien lo sucedido. Pero después de estos acontecimientos, logró recordar a su padre siempre con una sonrisa. Entendió que luchó por el honor de su país, en una batalla que no logró ganar. Y su mejor reconocimiento, era el haber quedado en la tierra donde él lo había dado todo. Julia, demostró su agradecimiento transmitiéndole el mismo amor que sentía por él a su madre.

domingo, 3 de mayo de 2015

Trabajo individual

La Imaginación del Pez 2


Escribir ficción, en cualquiera de sus géneros, es crear, darle vida a un nuevo universo, un universo que vive dentro del escritor mientras se gesta la historia… Esto decíamos al comenzar con nuestras reflexiones sobre la literatura.
Hoy vamos a poner manos a la obra o en la obra propia, pues la tarea encomendada es la elaboración y creación de un cuento.
Para lograrlo:
  • Ir al tablero de Pinterest y elegir una de las imágenes, aquella en la que veas una historia que espera que se le dé vida. Pensar la historia con creatividad, imaginación, riesgo y una intencionalidad estética.
  • Escribir el relato con pretensiones literarias (volver a la noción de literaturidad) y no perder de vista que estás jugando en el universo de la ficción.
  • El tipo de cuento será el que decidas: realista, fantástico, maravilloso, policial, terror… Su extensión tendrá entre 500 y 700 palabras.
  • Al finalizar la escritura, editarás el relato con la imagen para publicarlo en el blog. Fecha en que debés subirlo: 15 de mayo.

Se evaluará:

Construcción del relato: verosimilitud,  extrañamiento, artificio.
Contenido del relato: la historia, los personajes, el espacio y la época.
La expresión escrita (coherencia y cohesión) y la ortografía.
Sigue el tablero La imaginación del pez 2 de Graciela en Pinterest.